1.7.21

José María Valverde (O silêncio)




EL SILENCIO      


Yo te espero, mi amor, para el silencio.
¿Para qué cantar más cuando ya seas cierta?

Cansado de gritar de maravilla,
cansado del asombro sin palabras,
me callaré despacio, como el niño feliz
que se duerme, en las manos el juguete.

Tardarás mucho tiempo en dormirme del todo,
en borrarme los últimos recuerdos que me hieren,
lentísimos recuerdos sin forma ni sustancia;
sombra más bien, o sangre y carne casi,
con raíces que entraron mientras iba creciendo.

Y tendré el blanco sueño de la infancia
desde el que hablaba a Dios, aun a mi lado;
aquel sueño, tan cerca de la muerte,
que podía llegar, serena, clara,
a volverme a mi origen, aun casi en el recuerdo.

Sueño que no será como el de ahora,
lleno de ávidos pozos, de agujeros
que de repente se abren a la nada;
porque tendrá, disuelta en su materia,
como nana de madre,
tu voz muda, la luz de tu existencia,
tapizando las salas de mi sueño.

No me pidas que cante cuando vengas.
Cansado estoy del canto. Tú has de ser la paz última,
el blanco umbral de Dios...

Sólo oirás mi silencio, como rumor de fuente,
como la paz de un lago, creada por tus manos,
trayéndote el reflejo de Dios para alabarte.
Confundidas las almas
en las anchas llanuras del silencio, en su noche
sin borde, esperaremos...

José María Valverde

 

 

Espero por ti, meu amor, para o silêncio.
De que servirá cantar ainda, quando tu fores verdade?

Cansado de gritar maravilhado,
cansado do assombro sem palavras,
calar-me-ei devagar, como a criança
que adormece com o brinquedo nas mãos.

Muito tempo levarás a adormecer-me de todo,
a apagar as lembranças que me doem,
lentíssimas lembranças sem forma nem substância;
sombra sim, ou sangue e carne quase,
com raízes que entraram enquanto eu ia crescendo.

E terei aquele sonho branco da infância,
donde falava com Deus, ainda a meu lado;
aquele sonho, tão perto da morte,
que podia vir, serena, clara,
levando-me à origem, quase na lembrança.

Sonho que não será como este de agora,
cheio de poços ávidos, de buracos
que se abrem de repente para o nada;
porque terá como canção de embalar
tua voz muda, a luz da tua vida
forrando as salas do meu sonho.

Não me peças que cante quando vieres,
que estou cansado do canto. Tu hás-de ser a paz última,
a soleira branca da porta de Deus…

Ouvirás apenas meu silêncio, como rumor de fonte,
como a paz de um lago, criada por tuas mãos,
trazendo até ti o reflexo de Deus.

Confundidas as almas
nas largas planícies do silêncio, em sua noite
sem beira, esperaremos…


(Trad. A.M.)

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