DE PESCA CON MI PADRE
Cae el anzuelo en el tiempo, a su tiempo.
Algunos peces morderán.
Salpicarán sus colores.
Veré en mis manos la desesperación:
sus ojos tan distintos e iguales como mundos acabados.
Cae el anzuelo y se lo olvida
largamente.
Algo podrido en el aire. Podrido
de algas, orines presurosos
y mejillones al sol.
Cruelmente afilado en el tiempo,
en la tanza tendida sobre el mar oscuro.
Siempre veníamos acá con mi padre.
En la barranca abandonada del kaiser
para mirar un instante, de pie, desde ahí,
las arenas gruesas de la playa
y el derrumbre encrespado de las olas.
Bajábamos con los pies desnudos
y el corazón apretado contra el mediodía.
La dirección del viento, las babas del diablo
y el revés del agua él sabía. Yo no.
Cae adentro y lejos, el anzuelo.
No hay otra manera
para que la carnada dé con la hoya escondida.
No es cuestión de tirar por tirar.
Hay que mirar
mirar la bajamar volviendo y ver entre
las rocas las plomadas oxidadas,
los collares de nylon: fracasos reconocibles,
propios.
El mar, siempre distinto -decía-
no devuelve lo que se lleva.
Y siempre el aire olía así
entre una alegría de espinas y escamas.
Con él.
Osvaldo Picardo
Cai o anzol no tempo, a seu tempo,
alguns peixes hão-de morder,
salpicados com suas cores.
E eu verei o desespero nas minhas mãos,
seus olhos tão iguais e diferentes
como mundos extintos.
Cai o anzol e esquecemo-lo
longamente.
E no vento paira algo de apodrecido,
de algas, ouriços pressurosos
e mexilhões ao sol,
cruamente aguçado no tempo,
no fio de seda estendido sobre o escuro mar.
Vínhamos aqui sempre com meu pai,
primeiro na barraca abandonada do kaiser
para daí olhar em pé
as areias grossas da praia
e o ondular encrespado das vagas.
Descíamos então de pés nus
e o coração apertado contra o meio-dia.
A direção do vento, as babas do diabo
e o revés da água, ele conhecia, eu não.
Cai dentro e distante, o anzol,
não há outro modo
para o isco penetrar na fossa submersa.
Não se trata de puxar por puxar,
Há que observar,
observar a maré a vazar novamente e ver
entre as rochas as chumbadas oxidadas,
as cintas de nylon: fracassos próprios,
reconhecíveis.
O mar, diferente sempre – dizia –
não devolve aquilo que leva.
E o ar cheirava assim sempre,
numa alegria de espinhas e escamas.
Com ele.
(Trad. A.M.).