XIV
Yo también fui un dios joven
y aprendí a caminar sobre las aguas.
Pero a aquella inocencia
la sujetaba un nudo de promesas.
No existía el recuerdo
y la memoria era
esplendor en la hierba todavía.
La vida era ilusoria.
Después se hizo real, y ahora ya es cíclica.
Paloma mensajera
que únicamente sabe
volver, una vez suelta, hacia el origen.
Lo mismo que el recuerdo,
ya no sabe avanzar, sólo regresa
y me arrastra con él.
En su obsesión repite:
son los seres que fui los que me aguardan.
El recuerdo es un viento
que erosiona la magia de los días.
He aprendido muy tarde
cuánto reseca el sol de la memoria,
cómo eclipsa su óxido
la luz de la mirada,
con qué zarzas restriega nuestros labios.
Se va agostando todo
y se arruga el deseo entre las horas.
Maquillar las palabras,
recomponer caricias,
no acallará los ecos del pasado.
Del tiempo somos huéspedes,
él edifica nuestra anatomía
con sueños anudados
sobre la piel profundas cicatrices.
Emigran a la infancia
los pájaros que anhelan paraísos.
Sólo queda la ausencia.
Recolectar los astros luminosos
y azulejar con ellos
los sueños extinguidos
no tapará las grietas de la vida.
Después llega el recuerdo
ajado del continuo manoseo.
Como un perro perdido
yo me afano y me obceco
relamiendo unas latas ya vacías.
El agua hunde mis pasos.
Se nubla el esplendor que hubo en la hierba.
Palomas mensajeras
vuelven hacia el pasado
para llevar semillas de memoria.
ALEJANDRO CÉSPEDES
Las palomas mensajeras sólo saben volver
Hiperión, Madrid
(1994)
[
Apología de la luz]
Também eu fui um deus jovem
e aprendi a caminhar sobre as águas.
Mas aquela inocência
um nó de promessas a segurava.
Não havia lembrança
e a memória era ainda
esplendor na relva.
A vida era ilusória.
Depois tornou-se real e agora é cíclica.
Um pombo-correio
que sabe apenas voltar,
uma vez solto, à origem.
Tal como a lembrança,
não sabe avançar, só volta para trás,
arrastando-me também.
E repete na sua obsessão:
são os seres que fui os que me esperam.
A lembrança é um vento
erodindo a magia dos dias.
Bem tarde aprendi
quanto resseca o sol da memória,
como eclipsa seu óxido
a luz do olhar,
com que garras esfrega nossos lábios.
Tudo vai murchando
e o desejo enruga-se entre as horas.
Maquilhar as palavras,
ou recompor carícias,
não calará o eco do passado.
Do tempo somos hóspedes,
que edifica nossa anatomia
com sonhos atados,
profundas cicatrizes na pele.
Emigram para a infância
os pássaros que anelam paraísos.
Resta só a ausência.
Colher os astros luminosos
e revestir com eles
os sonhos extintos
não tapará as fissuras da vida.
Depois vem a lembrança
corrompida de tanto uso.
Como um cachorro perdido
eu me afadigo e obceco
a lamber latas vazias.
A água me afoga os passos.
E nubla-se o esplendor que dantes havia na relva.
Pombos-correio
regressam ao passado
levando sementes de memória.
(Trad. A.M.)
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