15.9.24

Antonio Colinas (Oração nos campos negros)




PLEGARIA EN LOS PÁRAMOS NEGROS 

 

Gracias por la muerte de estos montes
y por la de estos pueblos, en los que sólo las piedras
se mantienen con vida;
gracias por estos negros páramos del invierno
en los que la tierra asciende a los cielos
y las nubes descienden hasta tocar la tierra;
gracias por esta hora de todos los vacíos
en la que se intuye un final.
De tanta pureza y soledad, de tanta muerte
sólo puede brotar una vida más cierta.
Gracias por la noche, que a punto está de llegar
con la bondad de sus nieves,
y por ese perro vagabundo
que prueba a calentar con su hocico
el estanque helado
para extraer un poco de água;
gracias porque no nos hemos cruzado
con ningún ser humano
para pulsar el dolor,
y por la pana remendada de parcelas y prados,
que conservan como un tesoro
las heridas de los disparos,
los tizones de los últimos incendios;
gracias por los frutales grises de los mínimos huertos
y por las colmenas adormecidas,
y por la casa cerrada desde hace muchos años
de la que no se conoce su dueño.
Y, sin embargo, en este anochecer,
yo quisiera ofrecer lo mejor de mi vida
a toda esta muerte;
yo quisiera cambiar todo el gozo y el oro
que hubo en mi vida
por la contemplación (desde estos páramos negros)
de las montañas últimas.
Porque aquí empezó todo para mí,
porque cuanto he sido, y soy, y digo,
nada sería sin las raíces de las luces frías,
sin esos senderos impenetrables
que sólo han recibido la visita
de los rayos amargos.
Por eso, quiero ser esa lastra ferrosa
bajo la que duerme la víbora,
o la yerba tan fuerte, o su escarcha,
que el sol no logró deshacer a lo largo del día.
Quisiera arrodillarme como tapia abatida,
como pinar abrasado.
No deseo ni puedo volver hacia atrás la mirada,
desandar el camino (¡tan largo!) recorrido,
pues ya sé que, vacío,
en la hora en que todo ya parece morir
a punto está todo de nacer.
La mirada vuela sobre la fosa del valle
(sobre la fosa de la vida),
hacia la gran mole coronada de silencio,
hacia la cima que alberga los misterios.
Gracias por este anochecer
en el que me he quedado entre las manos
con las pobres, escasas semillas
de las que habrá de germinar luz perpetua.
En el anochecer de los páramos negros
estoy solo y profundamente en paz.
 

Antonio Colinas 

 

Graças pela morte destes montes
e destes povos, em que só as pedras
se mantêm com vida;
graças por estes negros campos do inverno
onde a terra sobe aos céus
e as nuvens descem até tocar a terra;
graças por esta hora de vazio
em que se adivinha um final.
De tanta pureza e solidão, de tanta morte
só pode brotar uma vida mais verdadeira.
Graças pela noite, quase a chegar
com a bondade da neve
e por esse cão vadio
que tenta com o focinho aquecer o tanque gelado
para tirar um pouco de água;
graças porque não nos cruzámos com nenhum ser humano
para tocar a dor,
e pelo pano remendado de prados e parcelas,
que conservam como tesouro
as feridas dos disparos,
os carvões dos últimos incêndios;
graças pelas fruteiras cinzentas dos quintais
e pelas colmeias adormecidas,
e pela casa fechada há muitos anos,
sem dono conhecido.
E, contudo, neste anoitecer,
eu gostaria de dar o melhor da minha vida
a toda esta morte;
trocar todo o ouro e gozo que teve a minha vida
pela contemplação dos montes, daqui dos campos negros.
Porque aqui começou tudo para mim,
porque tudo quanto fui, sou e digo,
nada seria sem as raízes das luzes frias,
sem estes carreiros impenetráveis
que receberam só a visita dos raios amargos.
Por isso quero ser esse lastro ferroso onde a víbora dorme,
ou a erva ou seu orvalho,
que o sol não desfaz ao longo do dia.
Queria-me deitar como um muro derrocado,
como um pinhal ardido.
Não quero nem posso volver o olhar para trás,
tão pouco apagar o caminho percorrido,
pois sei que, vazio,
quando tudo parece morrer,
está tudo antes à beira de nascer.
O olhar voa sobre a fossa do vale
(sobre a fossa da vida),
para a grande mole coroada de silêncio,
para o cume que guarda os mistérios.
Graças por este anoitecer,
em que fiquei nas mãos
com as pobres, escassas sementes
de que há-de germinar a luz perpétua.
No anoitecer dos campos negros,
aqui estou, sozinho e em paz.

 

(Trad. A.M.)

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