PLEGARIA EN LOS PÁRAMOS NEGROS
Gracias
por la muerte de estos montes
y por la
de estos pueblos, en los que sólo las piedras
se
mantienen con vida;
gracias
por estos negros páramos del invierno
en los
que la tierra asciende a los cielos
y las
nubes descienden hasta tocar la tierra;
gracias
por esta hora de todos los vacíos
en la
que se intuye un final.
De tanta
pureza y soledad, de tanta muerte
sólo
puede brotar una vida más cierta.
Gracias
por la noche, que a punto está de llegar
con la
bondad de sus nieves,
y por
ese perro vagabundo
que
prueba a calentar con su hocico
el
estanque helado
para
extraer un poco de água;
gracias
porque no nos hemos cruzado
con
ningún ser humano
para
pulsar el dolor,
y por la
pana remendada de parcelas y prados,
que
conservan como un tesoro
las
heridas de los disparos,
los
tizones de los últimos incendios;
gracias
por los frutales grises de los mínimos huertos
y por
las colmenas adormecidas,
y por la
casa cerrada desde hace muchos años
de la
que no se conoce su dueño.
Y, sin
embargo, en este anochecer,
yo
quisiera ofrecer lo mejor de mi vida
a toda
esta muerte;
yo
quisiera cambiar todo el gozo y el oro
que hubo
en mi vida
por la
contemplación (desde estos páramos negros)
de las
montañas últimas.
Porque
aquí empezó todo para mí,
porque
cuanto he sido, y soy, y digo,
nada
sería sin las raíces de las luces frías,
sin esos
senderos impenetrables
que sólo
han recibido la visita
de los
rayos amargos.
Por eso,
quiero ser esa lastra ferrosa
bajo la
que duerme la víbora,
o la
yerba tan fuerte, o su escarcha,
que el
sol no logró deshacer a lo largo del día.
Quisiera
arrodillarme como tapia abatida,
como
pinar abrasado.
No deseo
ni puedo volver hacia atrás la mirada,
desandar
el camino (¡tan largo!) recorrido,
pues ya
sé que, vacío,
en la
hora en que todo ya parece morir
a punto
está todo de nacer.
La
mirada vuela sobre la fosa del valle
(sobre
la fosa de la vida),
hacia la
gran mole coronada de silencio,
hacia la
cima que alberga los misterios.
Gracias
por este anochecer
en el
que me he quedado entre las manos
con las
pobres, escasas semillas
de las
que habrá de germinar luz perpetua.
En el
anochecer de los páramos negros
estoy
solo y profundamente en paz.
Antonio Colinas
Graças pela morte destes montes
e destes povos, em que só as pedras
se mantêm com vida;
graças por estes negros campos do inverno
onde a terra sobe aos céus
e as nuvens descem até tocar a terra;
graças por esta hora de vazio
em que se adivinha um final.
De tanta pureza e solidão, de tanta morte
só pode brotar uma vida mais verdadeira.
Graças pela noite, quase a chegar
com a bondade da neve
e por esse cão vadio
que tenta com o focinho aquecer o tanque gelado
para tirar um pouco de água;
graças porque não nos cruzámos com nenhum ser humano
para tocar a dor,
e pelo pano remendado de prados e parcelas,
que conservam como tesouro
as feridas dos disparos,
os carvões dos últimos incêndios;
graças pelas fruteiras cinzentas dos quintais
e pelas colmeias adormecidas,
e pela casa fechada há muitos anos,
sem dono conhecido.
E, contudo, neste anoitecer,
eu gostaria de dar o melhor da minha vida
a toda esta morte;
trocar todo o ouro e gozo que teve a minha vida
pela contemplação dos montes, daqui dos campos negros.
Porque aqui começou tudo para mim,
porque tudo quanto fui, sou e digo,
nada seria sem as raízes das luzes frias,
sem estes carreiros impenetráveis
que receberam só a visita dos raios amargos.
Por isso quero ser esse lastro ferroso onde a víbora dorme,
ou a erva ou seu orvalho,
que o sol não desfaz ao longo do dia.
Queria-me deitar como um muro derrocado,
como um pinhal ardido.
Não quero nem posso volver o olhar para trás,
tão pouco apagar o caminho percorrido,
pois sei que, vazio,
quando tudo parece morrer,
está tudo antes à beira de nascer.
O olhar voa sobre a fossa do vale
(sobre a fossa da vida),
para a grande mole coroada de silêncio,
para o cume que guarda os mistérios.
Graças por este anoitecer,
em que fiquei nas mãos
com as pobres, escassas sementes
de que há-de germinar a luz perpétua.
No anoitecer dos campos negros,
aqui estou, sozinho e em paz.
(Trad. A.M.)