29.8.22

Oliverio Girondo (Que os ruídos te esburaquem os dentes)




Que los ruidos te perforen los dientes,
como una lima de dentista,
y la memoria se te llene de herrumbre,
de olores descompuestos y de palabras rotas.
Que te crezca, en cada uno de los poros,
una pata de araña;
que sólo puedas alimentarte de barajas usadas
y que el sueño te reduzca, como una aplanadora,
al espesor de tu retrato.
Que al salir a la calle,
hasta los faroles te corran a patadas;
que un fanatismo irresistible te obligue a prosternarte
ante los tachos de basura
y que todos los habitantes de la ciudad
te confundan con un madero.
Que cuando quieras decir: «Mi amor»,
digas: «Pescado frito»;
que tus manos intenten estrangularte a cada rato,
y que en vez de tirar el cigarrillo,
seas tú el que te arrojes en las salivaderas.
Que tu mujer te engañe hasta con los buzones;
que al acostarse junto a ti,
se metamorfosee en sanguijuela,
y que después de parir un cuervo,
alumbre una llave inglesa.
Que tu familia se divierta en deformarte el esqueleto,
para que los espejos, al mirarte,
se suiciden de repugnancia;
que tu único entretenimiento consista en instalarte
en la sala de espera de los dentistas,
disfrazado de cocodrilo,
y que te enamores, tan locamente,
de una caja de hierro,
que no puedas dejar, ni por un solo instante,
de lamerle la cerradura.


Oliverio Girondo

[Trianarts]

 

 

Que os ruídos te esburaquem os dentes,
como uma lima de dentista,
e a memória se te encha de ferrugem,
de cheiros horríveis e de palavras rasgadas.
Que te cresça, em cada poro,
uma pata de aranha;
que só possas alimentar-te de baralhos de cartas usadas
e que o sono te reduza à espessura do teu retrato.
Que ao saíres à rua,
até os candeeiros te corram a pontapé;
que um fanatismo invencível te obrigue a ajoelhar
perante os contentores do lixo
e que todos os habitantes da vila
te confundam com um madeiro.
Que quando queiras  dizer: ‘Meu amor’,
digas antes: ‘Peixe frito’;
que as tuas mãos tentem estrangular-te a cada passo,
e que em vez de atirar fora o cigarro,
te atires tu mesmo para dentro do escarrador.
Que a tua mulher te engane até com os marcos do correio;
que ao deitar-se a teu lado
se transforme em sanguessuga,
e depois de parir um corvo,
dê à luz uma chave inglesa.
Que a tua família se divirta a deformar-te o esqueleto,
para que os espelhos, olhando para ti,
se suicidem de repugnância;
que teu único entretimento seja o de te acomodares
na sala de espera dos dentistas,
disfarçado de crocodilo,
e que te enamores, tão loucamente,
de um caixão de ferro,
que não consigas deixar, por um instante sequer,
de lamber-lhe a fechadura.


(Trad. A.M.)

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