VIVIENDAS FUNDACIÓN BENÉFICO-SOCIAL
(Sector Sur, Córdoba, 1961-1965)
Arquitecto: Rafael de la Hoz
Teníamos un tiesto con claveles,
las coplas dedicadas por la radio
y un corazón de periferia
con vistas a la diáspora y al tizne.
Yo contaba dos años, tan blanca la memoria
que no recuerdo nada, pero he visto mi barrio
en una exposición de arquitectura
que muestra las vanguardias y el enjambre moderno.
La vivienda social era una huida
de los asentamientos marginales.
Así, pensando en los más pobres
y en nuestra natural inclinación
al revoltijo y a la bronca,
nos construyó el franquismo un polígono
de casas protegidas, de refugios al margen,
como nidos aislados de hipoteca.
En medio de un solar sin jardineras,
ni césped verde inglés ni toboganes,
se edificó una urdimbre de bloques tan idénticos,
con sus cubiertas de teja a dos aguas,
como idénticas jaulas de tristeza
para pájaros torpes o vidas que no logran
alzarse, y a ras de asfalto se mueven
con sus muros de carga paralelos.
Viviendas solidarias, dijeron los ministros.
No dijeron más dignas que nosotros,
criaturas sin modales ni costumbre,
casi bestias del campo a la intemperie.
Porque un techo no basta. Porque no hay dignidad
ni en la pobreza ni en el hambre.
Teníamos un cielo lapislázuli,
igual que en las películas.
Y un corazón a dos aguas de cauce turbulento,
y un corazón a dos lavas de volcán siciliano,
y un corazón a dos sangres fluyendo por los días.
Teníamos un arte de realismo puro:
fachadas de ladrillo visto,
polvaredas del natural,
secuencias al estilo de Vittorio de Sica.
Y un corazón al revés, a dos aguas.
Pero con una sola muerte.
Isabel Pérez Montalbán
Tínhamos um vaso de cravos,
os discos pedidos na rádio
e um coração de periferia
com vista para a diáspora e a fuligem.
Eu tinha dois anos, a memória tão branca
que não recordo nada, mas vi o meu bairro
numa exposição de arquitectura
sobre as vanguardas e o enxame moderno.
A vivenda social era uma fuga
das barracas marginais.
Donde, pensando nos mais pobres
e na nossa inclinação natural
para a revolta e a desordem,
o franquismo construiu-nos um polígono,
de casas protegidas, de refúgios à margem,
como ninhos isolados de hipoteca.
No meio de um lote sem jardins,
nem relvado inglês nem tobogãs,
edificou-se uma teia de blocos tão idênticos,
com seus telhados de duas águas,
como idênticas jaulas de tristeza
para pássaros torpes ou vidas que não conseguem
erguer-se e movem-se ao rés do asfalto
com seus muros de carga paralelos.
Vivendas solidárias, disseram os ministros.
Não disseram mais dignas do que nós,
criaturas sem modos nem tradição,
quase bestas do campo à intempérie.
Porque um tecto não basta. Porque não há dignidade
nem na fome nem na pobreza.
Tínhamos um céu lápis-lazuli
tal como nos filmes.
E um coração de duas águas de leito turbulento,
e um coração de duas lavas de vulcão da Sicília,
e um coração de dois sangues a escorrer pelos dias.
(Trad. A.M.)
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