DOLOR-III
No recuerdo a qué vine,
el sol quema y no hay sombra,
como si el tiempo, lejos de casa, se hubiera detenido
y no hubiese camino de regreso.
Hay una larga calle que sube serpenteando hacia otra calle
y los ojos no brillan.
Me dijeron que aquel que estaba vivo ha muerto.
No hay agua aquí ni árboles
ni siquiera un vestigio de su paso,
sino calor y cemento,
cables y edificios
y la calle que sube serpenteando hacia otra calle.
Si hubiera un árbol,
si tan sólo un árbol,
me echaría a su sombra a sentir,
pero hay tanto calor
y los pies se me incendian en los zapatos;
si sólo hubiera un árbol en la calle,
si tan sólo una brisa donde mirar su espalda alejándose, alejándose;
si hubiera un árbol,
si tan sólo una brisa
y no el árido y seco serpentear de la calle que lleva hacia otra calle,
si sólo hubiera un árbol,
un signo sobre el tiempo,
un vestigio de hierba, una brisa;
no el espejismo roto donde miran los ojos el vacío,
sino el simple destello de la hierba en la calle
y la brisa que anunciaba su paso,
pero aquí sólo hay calles
y el destello de los días que han extraviado el tiempo.
Aún no ha oscurecido,
pero dicen que aquel que estaba vivo ha muerto,
y pronto llegará la noche.
He leído tu carta,
me escribes que no has hecho el amor desde hace mucho,
pero que hallas tu vientre henchido y habitado como entonces.
Debería bastarme para sentirme alegre y regresar a casa,
pero perdí el camino
y la calle que sube desemboca a otra calle
y el dolor es tan seco que los pies no responden al asfalto.
No ha oscurecido aún, María,
pero dicen que aquel que estaba vivo ha muerto
y pronto llegará la noche.
No recuerdo a qué vine
ni qué ciudad es ésta entre las calles;
ya no sé a quién esperas en tu vientre vacío;
la calle sube serpenteando
y el viento silba en la iglesia desierta.
No recuerdo a qué vine.
Aún no ha oscurecido,
pero dicen que pronto llegará la noche.
Javier Sicilia
[
La canción de la sirena]
Não me lembro a que vim,
o sol escalda e sombra não há,
como se o tempo tivesse parado, longe de casa,
e não houvesse caminho de volta.
Há uma rua comprida a subir aos esses até outra rua
e os olhos não brilham.
Disseram-me que morreu aquele que estava vivo.
Não há aqui água nem árvores
nem sequer um traço da sua passagem,
apenas calor e cimento,
cabos e edifícios
e a rua que sobe serpenteando até à outra rua.
Se houvesse uma árvore,
uma árvore apenas,
deitava-me à sombra a sentir,
mas há tanto calor
e os pés ardem-me dentro dos sapatos;
se houvesse uma árvore na rua,
ou uma brisa apenas para lhe olhar as costas ao longe;
se houvesse uma árvore,
ou apenas uma brisa
e não o seco e árido serpentear da rua que leva a outra rua,
se houvesse uma árvore,
um sinal sobre o tempo,
um vestígio de erva, uma brisa;
não a desfeita miragem onde os olhos contemplam o vazio,
mas o simples cintilar da erva na rua
e a brisa a anunciar-lhe a passagem,
mas aqui há só ruas
e o clarão dos dias que transviaram o tempo.
Ainda não escureceu,
mas dizem que o que vivia morreu,
e depressa chegará a noite.
Li já a tua carta,
dizes que há muito não fazes amor,
mas sentes como então o ventre cheio e habitado.
Devia bastar para me sentir alegre e voltar a casa,
mas perdi o caminho
e a rua que sobe desemboca noutra rua
e é tão seca a dor que os pés não sentem o chão.
Não escureceu, Maria, ainda,
mas dizem que o que vivia morreu
e depressa chegará a noite.
Não me lembro a que vim,
nem que cidade é esta entre as ruas;
nem sei quem tu esperas no teu ventre vazio;
a rua sobe serpenteando
e o vento assobia na igreja deserta.
Não me lembro a que vim.
Ainda não escureceu,
mas dizem que vai já chegar a noite.
(Trad. A.M.)
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A media voz (10p) /
Periodico de poesía (entrevista)
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