16.6.21

José María Valverde (Nos anos da fome)




En los años del hambre -como dicen
los que no la han saciado todavía-
estudiantillo imberbe, acompañé
algún tiempo, en mañanas de domingo,
a los visitadores de los pobres,
sencillos caballeros, casi todos
profesores modestos y abstraídos,
de raído gabán y claras gafas.
Entre el barro o el vaho, avergonzados
de dar un duro en vales para pan,
tomados por algunos como agentes
de la Embajada nazi, comprobaban
lo mismo, año tras año, consternados:
la familia entre latas, con el cerdo,
padres y niños, todos sifilíticos,
menos la mayorcita, que era de antes
que el marido… “los malos compañeros,
¿sabe?” -casi en defensa, la mujer-
“lo que le pasa a un hombre”; y en la esquina,
un muchacho tullido -“y menos mal”,
según la madre, “que al fundarse el chico
yo estaba muy robusta”-; éste pedía
libros, pero ¿cuál darle a un pobre inmóvil?
(yo le llevé María Chapdelaine);
y, como única baja, la gallega
muerta de hambre, dejando dos hijitas,
pero con gran entierro de un Seguro
que, en nuestras mismas huellas, les cobraba
más de nuestra limosna, porque el pobre
quiere morir en grande, por el miedo
de seguir siendo pobre al otro lado…
Luego, en la fría sala parroquial,
decía el presidente, en grave rito: .
“¿Se aprueba el acta ?” y todos, abrumados,
bajaban la cabeza: “Sí, se aprueba”.


José María Valverde

 

 

Nos anos da fome – como dizem
os que ainda a não saciaram –
estudantito imberbe, acompanhei
algum tempo, aos domingos de manhã,
os visitadores dos pobres,
cavalheiros simples, quase todos
professores modestos e absortos,
de capote coçado e óculos claros.
No meio da lama ou do bafio, envergonhados
de dar um duro em vales para pão,
tomados às vezes por agentes
da embaixada nazi, constatavam
o mesmo, consternados, ano após ano:
a família no meio de latas, com o porco,
pais e filhos, todos sifilíticos.
menos a maiorzinha, que era de antes
do marido… ‘más companhias, sabe?’
- a mulher, à defesa -
‘o que acontece a um homem’; e na esquina,
um rapaz paralítico – ‘e menos mal’,
dizia a mãe, ‘que ao tempo da gravidez
eu estava robusta’; ele pedia livros,
mas que livro dar a um pobre paralítico?
(eu levei-lhe a Marie Chandelaine);
e como baixa única, a galega
morta de fome, deixando duas filhitas,
mas com um grande enterro de estadão,
de custo superior à nossa esmola, pois o pobre
quer morrer em grande, com medo de no outro mundo
continuar a ser pobre…
Depois, na fria sala da sacristia,
o presidente dizia, grave, na fórmula ritual:
-‘Aprova-se a acta?’ e todos, esmagados,
baixavam a cabeça: ‘Sim, aprovada’.


(Trad. A.M.)


>>  A media voz (24 p) /  Wikipedia

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