13.1.23

Santiago Aguaded Landero (Gastrosofia para salvar o mundo)




 GASTROSOFÍA PARA SALVAR/TERMINAR EL MUNDO

 

MI MADRE vivió en la cárcel de su cuerpo.
Ella me dijo: “el mundo comienza en la cocina”.
No importa lo que comamos “cerdo o flores,
siempre estamos completando un círculo un vínculo”.
Paracelso dijo: “lo que comes eres”.
En el carbón de la cocina está la lluvia del pasado.
En la mesa está la carne de antiguas mordeduras
y nuestros huesos asumen la reumática pesadumbre del alma.
En la mesa está el pan desnudo
de aquella luz sorbiendo el frío de la noche inflamada.
En la mesa está el mar exhausto de sardinas y sirenas.
En la mesa está el negro aceite de la tierra.
En la hamburguesa del macdonald
está el fragor de la selva sin apenas ranuras para el sueño.
En la mesa está la oscura gravedad de la luna, la sangre
que cierne sus símbolos sobre la sombra de tus ojos,
En la mesa está el estrepito rutilante de la luna llena de lamentos;
el intangible enigma de tanta realidad (in)soportable.
En la mesa están los calostros del sol nutriendo tus irisados labios.
En la cocina está el frío acondicionado que calienta el planeta.
En la mesa de mármol está la excelsa roca
abierta como un grito en gótica penumbra.
En la mesa está el rumor omiso de la muerte animal.
En la mesa está el jinete hambriento de corazones y sediento de sangre.
Acaso el mundo no acabe en la mesa de la cocina,
pero sí acaba en la memoria oculta del paisaje perdido.
El mundo terminará con agua o con fuego,
con la misma materia del origen, compacto herraje
para párvulas bocas hambrientas de sustancia.
El mundo terminará lleno de lágrimas
cuando el último hombre dé el último mordisco
a su mujer muerta.


Santiago Aguaded Landero

 

 

Minha mãe viveu na prisão de seu corpo.
Dizia-me: “o mundo começa na cozinha”.
Não importa o que se come, “porco ou flores,
estamos sempre a completar um círculo, um vínculo”.
E Paracelso disse: “tu és aquilo que comes”.
No carvão da cozinha está a chuva do passado.
Na mesa está a carne de antigas mordidas
e os nossos ossos assumem o pesar reumático da alma.
Na mesa está o pão desnudo
da luz sorvendo o frio da noite inflamada.
Na mesa está o mar exausto de sardinhas e sereias.
Na mesa está o óleo negro da terra,
no hamburger do macdonald
está o fragor da selva quase sem frestas para o sonho.
Na mesa está a gravidade da lua, o sangue
que prende os símbolos na sombra de teus olhos.
Na mesa está o estrépito rutilante da lua cheia de lamentos;
o enigma intangível de tanta realidade (in)suportável.
Na mesa estão os colostros do sol nutrindo teus lábios irisados.
Na cozinha o frio condicionado que aquece o planeta.
Na mesa de mármore a excelsa rocha aberta como um grito na penumbra gótica.
Na mesa o rumor omisso da morte animal.
Na mesa o ginete faminto de corações, sedento de sangue.
Talvez o mundo não finde na mesa da cozinha,
mas sim na memória oculta da paisagem perdida.
O mundo acabará com água ou fogo,
com a mesma matéria do princípio, compacta ferragem
para bocas famintas de sustância.
O mundo acabará em lágrimas
quando o último homem der a última trinca
na sua mulher morta.


(Trad. A.M.)

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