19.3.21

Leopoldo María Panero (A canção do croupier do Mississipi)




LA CANCIÓN DEL CROUPIER DEL MISSISSIPI



Fumo mucho. Demasiado.
Fumo para frotar el tiempo y a veces oigo la radio,
y oigo pasar la vida como quien pone la radio.
Fumo mucho. En el cenicero hay
ideas y poemas y voces
de amigos que no tengo. Y tengo
la boca llena de sangre,
y sangre que sale de las grietas de mi cráneo
y toda mi alma sabe a sangre,
sangre fresca no sé si de cerdo o de hombre que soy,
en toda mi alma acuchillada por mujeres y niños
que se mueven ingenuos, torpes, en
esta vida que ya sé.
Me palpo el pecho de pronto, nervioso,
y no siento un corazón. No hay,
no existe en nadie esa cosa que llaman corazón
sino quizá en el alcohol, en esa
sangre que yo bebo y que es la sangre de Cristo,
la única sangre en este mundo que no existe
que es como el mal programado, o
como fábrica de vida o un sastre
que ha olvidado quién es y sigue viviendo, o
quizá el reloj y las horas pasan.
Me palpo, nervioso, los ojos y los pies y el dedo gordo
de la mano lo meto en el ojo, y estoy sucio
y mi vida oliendo.
Y sueño que he vivido y que me llamo de algún modo
y que este cuento es cierto, este
absurdo que delatan mis ojos,
este delirio en Veracruz, y que este
país es cierto este lugar parecido al Infierno,
que llaman España, he oído
a los muertos que el Infierno
es mejor que esto y se parece más.
Me digo que soy Pessoa, como Pessoa era Álvaro de Campos,
me digo que estar borracho es no estarlo
toda la vida, es
estar borracho de vida y no de muerte,
es una sangre distinta de esa otra
espesa que se cuela por los tejados y por las paredes
y los agujeros de la vida.
Y es que no hay otra comunión
ni otro espasmo que este del vino
y ningún otro sexo ni mujer
que el vaso de alcohol besándome los labios
que este vaso de alcohol que llevo en el
cerebro, en los pies, en la sangre.
Que este vaso de vino oscuro o blanco,
de ginebra o de ron o lo que sea
¿ginebra y cerveza, por ejemplo?
que es como la infancia, y no es
huida, ni evasión, ni sueño
sino la única vida real y todo lo posible
y agarro de nuevo la copa como el cuello de la vida y cuento
a algún ser que es probable que esté
ahí la vida de los dioses
y unos días soy Caín, y otros
un jugador de poker que bebe whisky perfectamente y otros
un cazador de dotes que por otra parte he sido
pero lo mío es como en «Dulce pájaro de juventud»
un cazador de dotes hermoso y alcohólico, y otros días,
un asesino tímido y psicótico, y otros
alguien que ha muerto quién sabe hace cuánto,
en qué ciudad, entre marineros ebrios. Algunos me
recuerdan, dicen
con la copa en la mano, hablando mucho,
hablando para poder existir de que
no hay nada mejor que decirse
a sí mismo una proposición de Wittgenstein mientras sube
la marea del vino en la sangre y el alma.
O bien alguien perdido en las galerías del espejo
buscando a su Novia. Y otras veces
soy Abel que tiene un plan perfecto
para rescatar la vida y restaurar a los hombres
y también a veces lloro por no ser un esclavo
negro en el sur, llorando
entre las plantaciones!
Es tan bella la ruina, tan profunda
sé todos sus colores y es
como una sinfonía la música del acabamiento,
como música que tocan en el más allá,
y ya no tengo sangre en las venas, sino alcohol,
tengo sangre en los ojos de borracho
y el alma invadida de sangre como de una vomitona,
y vomito el alma por las mañanas,
después de pasar toda la noche jurando
frente a una muñeca de goma que existe Dios.
Escribir en España no es llorar, es beber,
es beber la rabia del que no se resigna
a morir en las esquinas, es beber y mal
decir, blasfemar contra España
contra este país sin dioses pero con
estatuas de dioses, es
beber en la iglesia con música de órgano
es caerse borracho en los recitales y manchas de vino
tinto y sangre «Le livre des masques» de Rémy de Gourmont
caerse húmedo babeante y tonto y
derrumbarse como un árbol ante los farolillos
de esta verbena cultural. Escribir en España 
es tener
hasta el borde en la sangre este alcohol de locura que ya
no justifica nada ni nadie, ninguna sombra
de las que allí había al principio.
Y decir al morir, cuando tenga
ya en la boca y cabeza la baba del suicidio
gritarle a las sombras, a las tantas que hay y fantasmas
en este paraíso para espectros
y también a los ciervos que he visto en el bosque,
y a los pájaros y a los lobos en la calle y
acechando en las esquinas
«Fifteen men on the Dead Man's Chest
Fifteen men on the Dead Man's Chest
Yahoo! And a bottle of rum!»

Leopoldo María Panero



Fumo muito. Demasiado.
Fumo para passar o tempo e oiço rádio às vezes,
e oiço a vida passar como quem liga o rádio.
Fumo muito. No cinzeiro há
ideias e poemas e vozes
de amigos que não tenho. E tenho
a boca cheia de sangue,
e sangue que me sai das rachas da cabeça
e a minha alma toda sabe a sangue,
sangue fresco não sei se de porco ou
de homem que sou,
minha alma acutilada por mulheres e crianças
que andam por esta vida canhestras e ingénuas.
Palpo o peito de repente, nervoso, e não sinto coração. Não há,
não existe em ninguém isso que chamam coração,
mas talvez no álcool, neste
sangue que eu bebo e que é o sangue de Cristo
o único sangue neste mundo que não existe,
que é o como o mal programado, ou
como fábrica de vida ou um alfaiate
esquecido de quem é mas que continua a viver
ou talvez o relógio e as horas que passam.
Apalpo-me, nervoso, os olhos e pés e o dedo grande
da mão meto-o no olho, e estou sujo e minha vida tresandando.
E sonho que vivi, que tenho um nome,
e que é verdadeira esta história, este
absurdo que meus olhos denunciam,
este delírio de Veracruz, que este país é real,
este lugar semelhante ao Inferno,
que se chama Espanha, ouvi
aos mortos que o Inferno é melhor do que isto e mais parecido.
Digo para mim que sou Pessoa, como Pessoa era Álvaro de Campos,
digo que estar bêbedo é não o estar a vida toda, é
estar bêbedo de vida, não de morte,
é um sangue distinto desse outro sangue espesso
que se coa por telhados, por paredes, pelos buracos da vida.
E não há outra comunhão
nem outro espasmo que este do vinho,
nem outro sexo ou mulher
senão o copo de álcool a beijar-me os lábios,
este copo de álcool que tenho nos pés, no sangue, no cérebro.
Este copo de vinho escuro ou branco,
de genebra ou rum ou seja do que for, genebra e cerveja, por exemplo?,
que é como a infância e não é
fuga, nem sonho, nem evasão,
mas a única vida real, o possível todo,
e agarro o copo de novo como o pescoço da vida, dizendo 
que provavelmente estará aí a vida dos deuses
e uns dias sou Caim, outros 
um jogador de póquer e outros 
um caçador de dotes que aliás fui,
mas o meu é como o do ‘Doce pássaro da juventude’
um caçador de dotes belo e alcoólico,
e outros dias ainda um assassino tímido e psicótico, e outros
alguém que morreu sabe-se lá quando,
em que cidade, entre marinheiros ébrios.
Alguns recordam-me, dizem, 
de copo na mão, a falar muito,
a falar para poder existir,
que não há nada como dizer a si próprio
uma proposição de Wittgenstein enquanto
a maré do vinho sobe no sangue e na alma.
Ou então alguém perdido nas galerias do espelho
à procura da Noiva. E outras vezes 
sou Abel, que tem um plano perfeito para
salvar a vida e restaurar a humanidade
e também às vezes choro por não ser escravo
negro no sul, a chorar
no meio da plantação!
É tão bela a ruína, tão profunda,
sei-lhe as cores todas e é
como uma sinfonia a música do acabamento,
como música que tocam no além,
e eu não tenho já sangue nas veias, mas álcool,
tenho sangue nos olhos de bêbedo,
a alma invadida de sangue, que vomito pela manhã,
depois de passar a noite jurando 
a uma boneca de borracha que Deus existe.
Escrever em Espanha não é chorar, é beber,
é beber a raiva de quem não se resigna
a morrer pelas esquinas, é beber e maldizer,
blasfemar contra Espanha
contra este país sem deuses mas com estátuas de deuses, é
beber na igreja com música de órgão,
é cair de bêbedo nos recitais,
tombar de tonto e coberto de baba, 
ruir como árvore diante dos balõezinhos 
desta verbena cultural. Escrever em Espanha
é ter
no sangue até ao limite este álcool de loucura que não
justifica já nada nem ninguém, nenhuma sombra
das que havia aí no princípio.
E dizer ao morrer, já com a baba do suicídio na boca e na cabeça,
berrar às sombras, tantas que há e fantasmas neste paraíso para espectros,
e aos cervos também que vi no bosque,
e aos pássaros e aos lobos na rua, espreitando às esquinas:
«Fifteen men on the Dead Man's Chest
Fifteen men on the Dead Man's Chest
Yahoo! And a bottle of rum!»


(Trad. A.M.)

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