26.2.14

Miguel Hernández (Os cobardes)





LOS COBARDES



Hombres veo que de hombres
sólo tienen, sólo gastan
el parecer y el cigarro,
el pantalón y la barba.

En el corazón son liebres,
gallinas en las entrañas,
galgos de rápido vientre,
que en épocas de paz ladran
y en épocas de cañones
desaparecen del mapa.

Estos hombres, estas liebres,
comisarios de la alarma,
cuando escuchan a cien leguas
el estruendo de las balas,
con singular heroísmo
a la carrera se lanzan,
se les alborota el ano,
el pelo se les espanta.
Valientemente se esconden,
gallardamente se escapan
del campo de los peligros
estas fugitivas cacas,
que me duelen hace tiempo
en los cojones del alma.

¿Dónde iréis que no vayáis
a la muerte, liebres pálidas,
podencos de poca fe
y de demasiadas patas?
¿No os averguenza mirar
en tanto lugar de España
a tanta mujer serena
bajo tantas amenazas?
Un tiro por cada diente
vuestra existencia reclama,
cobardes de piel cobarde
y de corazón de caña.
Tembláis como poseídos
de todo un siglo de escarcha
y vais del sol a la sombra
llenos de desconfianza.
Halláis los sótanos poco
defendidos por las casas.
Vuestro miedo exige al mundo
batallones de murallas,
barreras de plomo a orillas
de precipicios y zanjas
para vuestra pobre vida,
mezquina de sangre y ansias.
No os basta estar defendidos
por lluvias de sangre hidalga,
que no cesa de caer,
generosamente cálida,
un día tras otro día
a la gleba castellana.
No sentís el llamamiento
de las vidas derramadas.
Para salvar vuestra piel
las madrigueras no os bastan,
no os bastan los agujeros,
ni los retretes, ni nada.
Huís y huís, dando al pueblo,
mientras bebéis la distancia,
motivos para mataros
por las corridas espaldas.

Solos se quedan los hombres
al calor de las batallas,
y vosotros, lejos de ellas,
queréis ocultar la infamia,
pero el color de cobardes
no se os irá de la cara.

Ocupad los tristes puestos
de la triste telaraña.
Sustituid a la escoba,
y barred con vuestras nalgas
la mierda que vais dejando
donde colocáis la planta.

Miguel Hernández

[Luz & sombra]



Homens sei que de homens
têm só e mais não gastam
o aspecto e o cigarro,
a barba e o par de calças.

São como lebres no coração,
galinhas bem lá por dentro,
galgos de rápido ventre,
que ladram em tempo de paz,
mas em tempos de canhões
desaparecem do mapa.

Estes homens, estas lebres,
comissários do alarme,
quando ouvem a cem léguas
o estrondo dos obuses,
põem-se logo a correr
com alvoroço no cu
e de cabelos em pé.
Com valentia se escondem,
galhardamente se escapam
do campo do perigo
estas fugitivas cacas,
que há muito tempo me doem
nos tomates da alma.

Onde ireis dar senão à morte,
pálidas lebres, podengos
de pouca fé e muitas patas?
Não vos envergonha ver
em tantas terras de Espanha
tanta mulher serena
no meio de tanta ameaça?
Um tiro por cada dente
reclama vossa existência,
cobardes de pele cobarde
e de coração de cana.
Tremeis como possessos
de um século de orvalho
e passais do sol à sombra
sempre desconfiados.
Achais as caves pouco
defendidas pelas casas.
Vosso medo requer ao mundo
muralhas e mais muralhas,
barreiras de chumbo à beira
de precipícios e valas
para a vossa pobre vida,
mesquinha de sangue e ânsias.
Não vos chega estar defendidos
por chuvas de sangue nobre
que não pára de cair,
cálida e generosa,
dia após dia,
sobre a gleba castelhana.
Não sentis o apelo
das vidas derramadas.
Para salvardes a pele
não vos bastam as tocas,
não vos chegam os buracos,
nem as retretes, nem nada.
Fugis e tornais a fugir,
dando ao povo razão,
enquanto bebeis a distância,
para vos matar pelas costas.

Sozinhos ficam os homens
no calor da batalha,
e vós, distantes delas,
querendo ocultar a infâmia,
não podeis apagar da cara
a cor da cobardia.

Ocupai o lugar triste
da triste teia de aranha.
Dispensai a vassoura
e com as nalgas varrei
a merda que deixais
onde quer que pondes o pé.


(Trad. A.M.)

.