2.7.09

Vicente Gallego (Põe-lhe a culpa a ele)





ÉCHALE A ÉL LA CULPA



Hoy te has ido de fiesta con amigas,
y sin que tú lo sepas me regalas
un tiempo de estar solo que ya empieza
a ser raro en mi vida, un tiempo útil
para intentar pensar en ti como si fueras
lo que siempre debiste seguir siendo
cuando pensaba en ti: aquella persona,
en todo semejante a cualquier otra,
que una noche lejana tuvo el gesto
generoso y extraño de entregarme su amor.
Pero el amor nos cambia, nos convierte en espías
ridículos del otro, en implacables jueces
que condenan sin pruebas y comparten
sus estúpidas penas con el reo.
El amor nos confunde y trata ahora
de que vea en tu fiesta una traición.


Por huir de esa trampa me amenazo
con los nombres que cuadran al que en ella se enreda:
egoísta, ridículo, inseguro, celoso...
Y como un ejercicio de humildad pienso en ti
divirtiéndote sola: te imagino bailando
y mirando a otros hombres;
al calor del alcohol
confiesas a una amiga algunas cosas
que te irritan de mí sin que yo lo sospeche,
y por unos instantes saboreas
una vida distinta que esta noche te tienta
porque eres humana, aunque no me haga gracia.


Ahora caigo en la cuenta de que dudas
como yo dudo a veces, y que también te aburres,
y que incluso algún día habrás soñado
follar como una loca con el tipo que anuncia
la colonia de moda.
Para calmarme un poco
tras la última idea, yo me digo
que el amor es un juego donde cuentan
mucho más los faroles que las cartas,
y procuro ponerme razonable,
pensar que es más hermoso que me quieras
porque existen las fiestas, y las dudas,
y los cuerpos de anuncio de colonia.
Lo que quiero que sepas es que entiendo
mejor de lo que piensas ciertas cosas,
que soy tu semejante, que he pensado besarte
cuando llegues a casa; y que es el amor
- ese tipo grotesco y marrullero -
el que va a hacerte daño con palabras
absurdas de reproche cuando vuelvas,
porque ya estás tardando, mala puta.


Vicente Gallego

[Cervantes]




Hoje foste com amigas para a festa e,
sem saber, dás-me
um tempo para estar só que já começa
a escassear na minha vida, um tempo útil
para procurar pensar em ti como se fosses
o que devias ser sempre,
quando eu pensava em ti: aquela pessoa,
semelhante em tudo a outra qualquer,
que uma noite longínqua teve o gesto
generoso e estranho de me entregar o seu amor.
Mas o amor transforma-nos, faz de nós espiões
ridículos do outro, implacáveis juízes
que condenam sem provas e compartem
suas estúpidas penas com o réu.
O amor confunde-nos e faz agora
que eu veja na tua festa uma traição.


Para escapar à armadilha chamo-me
os nomes adequados àquele que nela se enreda:
egoísta, ridículo, inseguro, ciumento...
E como um exercício de humildade penso em ti
a divertir-te sozinha, imaginando-te a dançar
e a olhar para os outros homens;
com o calor da bebida
confessas a uma amiga algumas coisas
minhas que te irritam sem eu saber,
saboreando por alguns momentos uma vida diferente
que te tenta esta noite porque és humana,
embora eu não lhe ache graça nenhuma.


Dou conta agora de que tu duvidas
como eu duvido por vezes e também te aborreces
e até algum dia terás sonhado
foder como uma louca com aquele tipo do anúncio
do perfume da moda.
Para acalmar-me um pouco
desta última ideia, digo a mim mesmo
que o amor é um jogo onde contam
muito mais os truques que as cartas,
e procuro ser razoável,
pensando que é mais giro que me ames
porque existem festas, e dúvidas,
e corpos da publicidade dos perfumes.
O que quero que saibas é que compreendo
certas coisas melhor do que pensas,
que sou semelhante a ti, que pensei beijar-te
quando chegares a casa; e que será o amor
- esse tipo grotesco e ardiloso -
que vai agredir-te com palavras
absurdas de censura, quando voltares, sim,
porque já estás a tardar, minha puta de merda.


(Trad. A.M.)



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