21.9.09

Álvaro Mutis (Penso às vezes)








PIENSO A VECES...




Pienso a veces que ha llegado la hora de callar.
Dejar a un lado las palabras,
las pobres palabras usadas
hasta sus últimas cuerdas,
vejadas una y otra vez
hasta haber perdido
el más leve signo
de su original intención
de nombrar las cosas, los seres,
los paisajes, los ríos
y las efímeras pasiones de los hombres
montados en sus corceles
que atavió la vanidad
antes de recibir la escueta,
la irrebatible lección de la tumba.


Siempre los mismos,
gastando las palabras
hasta no poder, siquiera, orar con ellas,
ni exhibir sus deseos
en la parca extensión de sus sueños,
sus mendicantes sueños,
más propicios a la piedad y al olvido
que al vano estertor de la memoria.


Las palabras, en fin, cayendo
al pozo sin fondo
donde van a buscarlas
los infatuados tribunos
ávidos de un poder
hecho de sombra y desventura.


Inmerso en el silencio,
sumergido en sus aguas tranquilas
de acequia que detiene su curso
y se entrega al inmóvil
sosiego de las lianas,
al imperceptible palpitar de las raíces;
en el silencio, ya lo dijo Rimbaud,
ha de morar el poema,
el único posible ya,
labrado en los abismos
en donde todo lo nombrado
perdió hace mucho tiempo
la menos ocasión de subsistir,
de instaurar su estéril mentira
tejida en la rala trama de las palabras
que giran sin sosiego en el vacío
donde van a perderse
las necias tareas de los hombres.
Pienso a veces que ha llegado la hora de callar,
pero el silencio sería entonces
un premio desmedido,
una gracia inefable
que no creo haber ganado todavía.


Álvaro Mutis


[Club Cultura]







Penso às vezes que chegou a hora de estar calado.
Pôr de lado as palavras,
as pobres palavras usadas
até ao fio,
vexadas uma e outra vez
até perderem
o mais leve sinal da sua intenção primitiva
de nomear as coisas, os seres,
as paisagens, os rios
e as efémeras paixões dos homens
montados em seus corcéis
que a vaidade aparelhou
antes de receber a curta,
a irrebatível lição da tumba.


Sempre os mesmos,
gastando as palavras
até não poder, sequer, orar com elas,
nem exibir os desejos
na parca extensão dos sonhos,
seus mendicantes sonhos,
mais propícios à piedade e ao olvido
que ao vão estertor da memória.


As palavras, enfim, caindo
ao poço sem fundo
onde vão buscá-las
os enfatuados tribunos
ávidos de um poder
feito de sombra e desventura.


Imerso no silêncio,
mergulhado em suas águas tranquilas
de levada que detém o seu curso
e se entrega ao imóvel
sossego das lianas,
ao imperceptível palpitar das raízes;
no silêncio, como disse Rimbaud,
há-de morar o poema,
o único possível já,
lavrado nos abismos
onde tudo o que é nomeado
perdeu há muito tempo
a menor ocasião de subsistir,
de instaurar sua estéril mentira
tecida na trama rala das palavras
que giram sem descanso no vazio
onde se perdem
as néscias tarefas dos homens.
Penso às vezes que chegou a hora de estar calado,
mas o silêncio seria então
um prémio desmedido,
uma graça inefável
que eu não creio ter ainda alcançado.



(Trad. A.M.)

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