23.8.20

Manuel Rico (Aquele Junho maldito)





AQUEL JUNIO MALDITO



Fue una primavera mejor de lo esperado.
Muchos años después, quizá una eternidad
más tarde de tu sueño
—roto, como la juventud, por tiempos de ceniza—
volvió la claridad: Madrid era una fiesta.
Otra vez era abril y era en mil novecientos
setenta y nueve: yo te supe, padre,
redimido, cercano a la quimera
que fermentó en tu noche de terror y de frío.

Fue un abril diferente sin embargo.
Las esquinas ardían de palabras
ocultas desde antiguo en desvanes en sombra.
Bebiste de su luz. No estabas solo.
Contigo la bebimos los más jóvenes.
Tu mirada de asombro aún puedo contemplarla
en esa latitud, que a la muerte traiciona,
de la fotografía:
la tengo frente a mí.
Es un dolor de piedra contra la madrugada.

Mas huyeron los días de aquella primavera
hasta estancar la luz en un junio maldito.
Fue en la noche, cuando huelen
las madreselvas y los amantes buscan
la oscuridad del descampado, las viejas estaciones solitarias
y el verano prepara su cielo más estricto.

El aire, en un instante, mudó en nieve. Y el abismo
se apropió de tu voz y la hizo suya.
La primera conciencia de la muerte
vino, padre, a traición, a visitarme,
y volvieron el frío y la ceniza,
y viajaste a esa patria
donde las flores muertas nos hablan del vacío.

Han pasado los años, muchos años.
Todavía huelo los algodones
y el aire absorto de la madrugada,
y escucho todavía tu voz quebrada y última, esa voz
que me arrancaba el mundo
que los dos levantamos contra la soledad, contra el silencio
de los días difíciles, que me entregaba
una orfandad adulta tan de pronto,
un desierto de sueños, el llanto seco
frente al absurdo.

Pero hoy, padre, regresas. Sin avisarme, abriendo el toldo
de esta noche penúltima del año,
como si nada hubiera ocurrido entre nosotros, como
si en este tiempo interminable
se hubiera convertido mi orfandad
en un lugar soñado.

Manuel Rico

[Trianarts]



Foi uma primavera melhor do que se esperava.
Muitos anos depois, talvez uma eternidade depois do teu sonho
- desfeito, como a juventude, por tempos de cinza -
a claridade voltou, Madrid era uma festa.
Era Abril de novo, em 1979, e eu soube-te, pai,
redimido, próximo da quimera
que fermentou na tua noite de terror e de frio.

Foi um Abril diferente, contudo.
As esquinas ardiam de palavras ocultas
há muito em desvãos de sombra.
Bebeste-lhe a luz, não estavas só,
nós bebemo-la contigo, os mais jovens.
Teu olhar assombrado posso ainda contemplá-lo
nessa pose, que trai a morte,
da fotografia: tenho-a à minha frente.
É uma dor de pedra contra a madrugada.

Mas os dias dessa primavera fugiram
até a luz estancar num Junho maldito.
Era de noite, quando cheiram as madressilvas
e os amantes buscam o escuro do descampado,
as velhas estações solitárias,
e o verão prepara seu céu particular.

O ar, num instante, mudou para neve. E o abismo
apropriou-se da tua voz e fê-la sua.
A primeira consciência da morte
veio então, pai, visitar-me, à traição,
e voltaram o frio e a cinza,
e tu foste em viagem a essa pátria
onde as flores mortas nos falam do vazio.

Os anos passaram, muitos anos,
ainda cheiro os algodões
e o ar absorto da madrugada.
e escuto ainda tua voz quebrada e derradeira, essa voz
que me arrancava o mundo
que ambos erguemos contra a solidão,
contra o silêncio dos dias difíceis,
que me entregava uma orfandade adulta tão de repente,
um deserto de sonhos, o pranto seco
ante o absurdo.

Mas hoje voltas, pai. Sem avisar, abrindo o pano
desta penúltima noite do ano,
como se nada tivesse ocorrido entre nós,
como se neste tempo interminável
minha orfandade se tivesse convertido
num lugar sonhado.

(Trad. A.M.)

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