4.3.15
Jorge Luis Borges (Um mundo sem livros)
UN MUNDO SIN LIBROS
Hay quienes no pueden imaginar un mundo sin pájaros,
hay quienes no pueden imaginar un mundo sin agua;
en lo que a mí se refiere, soy incapaz
de imaginar un mundo sin libros.
A lo largo de la historia el hombre ha soñado
y forjado un sinfín de instrumentos.
Ha creado la llave, una barrita de metal
que permite que alguien penetre en un vasto palacio.
Ha creado la espada y el arado,
prolongaciones del brazo del hombre que los usa.
Ha creado el libro, que es una extensión secular
de su imaginación y de su memoria.
A partir de los vedas y de las biblias,
hemos acogido la noción de libros sagrados.
En cierto modo, todo libro lo es.
En las páginas iniciales de El Quijote,
Cervantes dejó escrito que solía recoger y leer
cualquier pedazo de papel impreso que encontraba en la calle.
Cualquier papel que encierra una palabra
es el mensaje que un espíritu humano manda a otro espíritu.
Ahora, como siempre, el inestable y
precioso mundo puede perderse.
Sólo pueden salvarlo los libros,
que son la mejor memoria de nuestra especie.
Hugo escribió que toda biblioteca es un acto de fe;
Emerson, que es un gabinete donde se guardan
los mejores pensamientos de los mejores;
Carlyle, que la mejor universidad de nuestra
época la forma una serie de libros.
Al sajón y al escandinavo les maravillaron tanto las letras,
que les dieron el nombre de runas,
es decir, de misterios, de cuchicheos.
Pese a mis reiterados viajes, soy un modesto Alonso Quijano
que no se ha atrevido a ser don Quijote
y que sigue tejiendo y destejiendo las mismas fábulas antiguas.
No sé si hay otra vida.
Si hay otra, deseo que me esperen en su recinto
los libros que he leído bajo la luna con las mismas cubiertas
y las mismas ilustraciones, quizá con las mismas erratas,
y los que me depara aún el futuro.
De los diversos géneros literarios,
el catálogo y la enciclopedia son los que más me placen.
No adolecen, por cierto, de vanidad.
Son anónimos como las catedrales de piedra
y como los generosos jardines.
No veré, por cierto, los textos que su diligencia ha juntado,
pero sé que desde el otro hemisferio me beneficiarán
de algún modo y que serán de grata lectura.
Jorge Luis Borges
[Sureando]
Há quem não consiga imaginar um mundo sem pássaros,
ou um mundo sem água,
eu cá sou incapaz de imaginar um mundo sem livros.
O homem, ao longo da história, sonhou
e forjou um sem fim de instrumentos .
Criou a chave, uma barrinha metálica
que permite penetrar num vasto palácio.
Criou a espada e o arado,
extensões do braço do homem que os usa.
Criou o livro, que é uma extensão secular
da sua imaginação e da sua memória.
A partir dos vedas e das bíblias,
acolhemos a noção de livros sagrados.
De certo modo, qualquer livro o é.
Cervantes deixou escrito, no início do D. Quixote,
que costumava apanhar e ler
qualquer pedaço de papel impresso que achasse na rua.
Qualquer papel contendo uma palavra
é uma mensagem que um espírito humano manda a outro.
Agora, como sempre, pode perder-se este mundo
instável e precioso.
Só os livros o podem salvar, os livros
que são a melhor lembrança da nossa espécie.
Hugo disse que toda a biblioteca é um acto de fé;
Emerson, que é um gabinete onde se guardam
os melhores pensamentos dos melhores;
Carlyle, que a melhor universidade do nosso tempo
é composta por uma série de livros.
Os nórdicos e os saxões maravilharam-se tanto das letras,
que lhes deram o nome de runas,
quer dizer, de mistérios, de cochichos.
Eu, apesar das muitas viagens, sou um modesto Alonso
Quijano que não se atreve a ser D. Quixote
e continua a tecer e a destecer as mesmas fábulas antigas.
Outra vida não sei se há.
Se houver, quero ser esperado pelos livros
que li ao luar, com as mesmas capas e ilustrações,
com as mesmas erratas talvez,
mas também pelos que me depara ainda o futuro.
Dos vários géneros literários,
os que mais me agradam são catálogos e enciclopédias.
Não padecem de vaidade, por certo,
são anónimos como catedrais de pedra
e como generosos jardins.
Não verei, certamente, os textos todos acumulados,
mas sei que no outro lado me farão bem de algum modo
e hão-de ser-me de muito grata leitura.
(Trad. A.M.)
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