EL DÍA
DESPUÉS
Hay un
día tras el que todo cambia,
un instante en el que el mundo gira
como un compás sobre su propio eje,
y sin darnos cuenta dejamos de sangrar.
un instante en el que el mundo gira
como un compás sobre su propio eje,
y sin darnos cuenta dejamos de sangrar.
Todo
adquiere otra tonalidad entonces:
el corazón ya no pregunta, pues cada
latido quiere ser ahora una respuesta;
los árboles dejan de ser árboles,
el mar no es ese espejo que se traga
los barcos de los hombres uno a uno,
y nuestra mirada ya no es el guante
abandonado que en el suelo aguarda
a que alguien se pare y lo recoja.
el corazón ya no pregunta, pues cada
latido quiere ser ahora una respuesta;
los árboles dejan de ser árboles,
el mar no es ese espejo que se traga
los barcos de los hombres uno a uno,
y nuestra mirada ya no es el guante
abandonado que en el suelo aguarda
a que alguien se pare y lo recoja.
Hay un
detrás de ese segundo milagroso,
igual que el después de una gran bomba,
y hay olas que avanzan en los bosques
hasta cubrirlo todo de pez y de salitre,
y álzanse en el mar árboles gigantes
que van devolviendo los barcos a los hombres,
y nuestra mirada encuentra al fin otra mirada,
y es como un guante suave que nos cubre,
y el corazón puede por un tiempo descansar.
igual que el después de una gran bomba,
y hay olas que avanzan en los bosques
hasta cubrirlo todo de pez y de salitre,
y álzanse en el mar árboles gigantes
que van devolviendo los barcos a los hombres,
y nuestra mirada encuentra al fin otra mirada,
y es como un guante suave que nos cubre,
y el corazón puede por un tiempo descansar.
Alfonso Brezmes
Há um dia em que a seguir tudo muda,
um instante em que o mundo gira
como um compasso no seu próprio eixo,
e sem darmos conta deixamos de sangrar.
um instante em que o mundo gira
como um compasso no seu próprio eixo,
e sem darmos conta deixamos de sangrar.
Tudo ganha aí outra tonalidade,
o coração não pergunta já, pois cada
latejo pretende ser agora uma resposta;
as árvores deixam de ser árvores,
o mar não é já aquele espelho que engole
os barcos dos homens um a um,
nem o nosso olhar a luva
abandonada no chão à espera
que alguém passe e a apanhe.
o coração não pergunta já, pois cada
latejo pretende ser agora uma resposta;
as árvores deixam de ser árvores,
o mar não é já aquele espelho que engole
os barcos dos homens um a um,
nem o nosso olhar a luva
abandonada no chão à espera
que alguém passe e a apanhe.
Há um antes desse segundo milagroso,
tal como o depois de uma grande bomba,
e há ondas avançando nos bosques
até cobrir tudo de peixe e salitre,
e erguem-se no mar árvores gigantes
que vão devolvendo aos homens seus barcos,
e nosso olhar encontra enfim outro olhar,
e é como uma luva macia que nos cobre,
e o coração pode por um tempo descansar.
tal como o depois de uma grande bomba,
e há ondas avançando nos bosques
até cobrir tudo de peixe e salitre,
e erguem-se no mar árvores gigantes
que vão devolvendo aos homens seus barcos,
e nosso olhar encontra enfim outro olhar,
e é como uma luva macia que nos cobre,
e o coração pode por um tempo descansar.
(Trad. A.M.)
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