10.4.22

Manuel Vilas (Mulheres)




MUJERES           

 

No las ves que están agotadas,
que no se tienen en pie,
que son ellas las que sostienen cualquier ciudad,
todas las ciudades.

Con el matrimonio, con la maternidad,
con la viudedad, con los golpes,
ellas cargan con este mundo,
con este sábado por la noche donde ríen un poco
frente a un vaso de vino blanco y unas olivas.

Cargan con maridos infumables,
con novios intratables,
con padres en coma,
con hijos suspendidos.

Fuman más que los hombres.
Tienen cánceres de pulmón, enferman,
y tienen que estar guapas.

Se ponen cremas, son una tiranía las cremas.
Perfumes y medias y bragas finas y peinados
y maquillaje y zapatos que torturan.

Pero envejecen.
No dejan las mujeres tras de sí nada,
hijos, como mucho,
hijos que no se acuerdan de sus madres.

Nadie se acuerda de las mujeres.
La verdad es que no sabemos nada de ellas.
Las veo a veces en las calles, en las tiendas, sonriendo.

Esperan a sus hijos a la salida del colegio.
Trabajan en todas partes.
Amas de casa encerradas en cocinas que dan a patios de luces.
Sonríen las mujeres, como si la vida fuese buena.
En muchos países las lapidan.
En otros las violan.
En el nuestro las maltratan hasta morir.
Trabajan fuera de casa, y trabajan en casa,
y trabajan en las pescaderías o en las fábricas
o en las panaderías o en los bares o en los bingos.

No sabemos en qué piensan
cuando mueren a manos de los hombres.


Manuel Vilas



Não as vês, que estão de rastos,
não se aguentam em pé,
são elas que sustentam a cidade,
qualquer cidade.

Com o casamento e a maternidade,
com a viuvez, mais os golpes,
elas carregam com este mundo,
com este sábado à noite onde riem um pouco
frente a um copo de branco e algumas azeitonas.

Carregam com maridos infumáveis,
com noivos intratáveis,
com pais em coma,
com filhos suspensos.

Fumam mais do que os homens,
têm cancro de pulmão, adoecem,
e têm de estar lindas.

Põem cremes, a tirania dos cremes.
perfumes e meias e roupa fina e penteados,
e maquilhagem e sapatos que são um suplício.

Mas envelhecem.
Não deixem, as mulheres, nada para trás de si,
filhos, quando muito, filhos
que depois não se lembram das mães.

Ninguém se lembra das mulheres,
a verdade é que nada sabemos delas,
vejo-as na rua às vezes, nas lojas, sorrindo.

Esperam os filhos à porta do colégio,
trabalham em todo o lado,
donas de casa encerradas em cozinhas que dão para pátios interiores.
Sorriem as mulheres, como se a vida fosse boa.
Nalguns países lapidam-nas,
noutros violam-nas,
aqui no nosso maltratam-nas até à morte.
Trabalham fora de casa, e trabalham em casa,
trabalham nas peixarias ou nas fábricas,
ou padarias, ou bares, ou nos bingos.

Não sabemos o que é que pensam
quando morrem às mãos dos homens.


(Trad. A.M.)

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