7.7.19

Raúl González Tuñón (A liberdade)




LA LIBERTAD


I

De pronto entró la Libertad.

La Libertad no tiene nombre,
no tiene estatua ni parientes.
La Libertad es feroz.
La Libertad es delicada.

La Libertad es simplemente
la Libertad.

Ella se alimenta de muertos.
Los Héroes cayeron por Ella.
Sin angustia no hay Libertad,
sin alegría tampoco.
Entre ambas la Libertad
es el armonioso equilibrio.

Nosotros tenemos vergüenza,
la Libertad no la tiene,
la Libertad anda desnuda.
(Y el señor Jesucristo dijo
que el reino de Dios vendrá
cuando andemos de nuevo desnudos
y no tengamos vergüenza.)

Hermanos, nosotros sabemos,
pero la Libertad no sabe.


II

Hay que ser piedra o pura flor o agua,
conocer el secreto violeta de la pólvora,
haber visto morir delante del relámpago,
conocer la importancia del ajo y el espliego,
haber andado al sol, bajo la lluvia, al frío,
haber visto a un soldado con el fusil ardiente,
cantando, sin embargo, la Libertad querida.

Viva el amor, la vida poderosa,
la muerte creadora de olores penetrantes
y eso porque uno muere y resucita,
la luz sobre los techos de la aurora,
sobre las torres del petróleo,
sobre las azoteas de las parvas,
sobre los mástiles del queso y el vino,
sobre las pirámides del cuero y el pan,
la gente retornando,
una ventana con la bandera en familiar bordado
y la exacta ambulancia, con heridos,
cantando, sin embargo, la Libertad querida.

Hay que ser como el puente necesario,
natural como el lirio, como el toro,
saber llegar al fondo del silencio,
al subsuelo del brote y a la raíz del grito,
hay que haber conocido el miedo y el valor,
haber visto una mano que agita una linterna
de noche, hacia el distante nido de metralla,
hay que haber visto a un muerto cicatrizado y solo
cantando, sin embargo, la Libertad querida.


III

De pronto entró la Libertad.

Estábamos todos dormidos,
algunos bajo los árboles,
otros sobre los ríos,
algunos más entre el cemento,
otros más bajo la tierra.

De pronto entró la Libertad
con una antorcha en la mano.

Estábamos todos despiertos,
algunos con picos y palas,
otros con una pantalla verde,
algunos más entre libros,
otros más arrastrándose, solos.

De pronto entró la Libertad
con una espada en la mano.

Estábamos todos dormidos,
estábamos todos despiertos
y andaban el amor y el odio
más allá de las calaveras.

De pronto entró la Libertad,
no traía nada en la mano.

La Libertad cerró el puño.
¡Ay! Entonces...


Raúl González Tuñón




I

De repente entrou a Liberdade.

A Liberdade não tem nome,
não tem estátua nem parentes,
a Liberdade é feroz,
a Liberdade é delicada.

A Liberdade é simplesmente
a Liberdade.

Ela alimenta-se de mortos,
os Heróis caíram por Ela.
Sem angústia não há Liberdade,
sem alegria tão pouco.
Entre ambas a Liberdade
é o harmonioso equilíbrio.

Nós todos temos vergonha,
a Liberdade não,
a Liberdade anda despida.
(E Jesus Cristo, Nosso Senhor, disse
que o reino de Deus há-de vir
quando andarmos novamente despidos
e não tivermos vergonha)

Irmão, nós sabemos,
mas a liberdade não sabe.


II

Há que ser pedra, água ou pura flor,
conhecer o segredo violeta da pólvora,
ter visto a morte face ao relâmpago,
saber a importância do alho, da alfazema,
ter andado ao sol, à chuva, ao frio,
ter visto um soldado com a arma escaldante,
cantando, não obstante, a Liberdade querida.

Viva o amor, a vida poderosa,
a morte criadora de cheiros penetrantes,
já que a gente morre e ressuscita,
viva a luz nos telhados da aurora,
nas torres de petróleo,
nos sótãos e nos terraços,
nos braços do queijo e do vinho,
nas pirâmides do couro e do pão,
as pessoas a regressar,
uma janela de cortina bordada
e a exacta ambulância, com feridos,
cantando, não obstante, a Liberdade querida.

Há que ser como a ponte necessária,
natural como o lírio, como o touro,
saber ir ao fundo do silêncio,
ao subsolo do rebento, à raiz do grito,
há que ter conhecido o medo e a coragem,
ter visto uma mão agitando a lanterna
de noite, para o distante ninho da metralha,
há que ter visto um morto recuperado e solitário,
cantando, não obstante, a Liberdade querida.


III

De repente, entrou a Liberdade.

Estávamos todos dormindo,
uns debaixo das árvores,
outros sobre os rios,
outros ainda sobre o betão
ou mesmo debaixo de terra.

De repente entrou a Liberdade
com uma tocha na mão.

Estávamos todos despertos,
uns armados de pau e pico
e outros de lenço verde,
uns no meio dos livros
e outros ainda pelo chão,
arrastando-se, sozinhos.

De repente entrou a Liberdade
com uma espada na mão.

Estávamos todos dormindo,
estávamos todos despertos,
enquanto o amor e o ódio
vagavam entre as caveiras.

De repente entrou a Liberdade
e não trazia nada na mão.

A Liberdade cerrou o punho.
Ai, então…


(Trad. A.M.)

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