25.11.16

Luis García Montero (Envergonha dizê-lo)





DA VERGÜENZA DECIRLO




Con los ojos vendados,
para que no pudieses recordar el camino,
intenté conducirte
al refugio sereno donde guardé mi vida.
Da vergüenza decirlo,
pero a veces los años construyen una casa
de medios sentimientos,
de verdades medianas,
de pasiones dormidas como animales viejos,
de cenizas y sueños humillados.
Y el cuerpo se acostumbra,
y las sombras apoyan su cabeza
en un pecho de sombra,
y el corazón se siente en paz o se doblega
a una derrota cómoda sin heridas mortales.

Da vergüenza decirlo.

Con los ojos vendados
para que no pudieses recordar el camino,
intenté conducirte
a mi mundo sereno de verdades a medias.
No me ha sido posible.

Esta noche insegura,
que mueve los relojes con la prisa
de tu pulso más vivo,
me envuelve y me repite:
no te ha sido posible.

Esta noche de viento,
que fue soltando amarras hasta quedarse tuya
como un delirio de melena negra,
me llama y me confirma:
no te ha sido posible.

Esta noche de gente
que pasa por las calles con tus ojos,
con la forma que tienes de vestirte,
con tu sonrisa de país lejano,
esta noche me empuja y me convence:
no te ha sido posible.

Y aquí estoy yo,
que voy soltando amarras hasta quedarme tuyo
y camino hacia el mar
con los ojos cerrados,
como una barca deja su refugio,
una barca feliz que se repite:
no me ha sido posible,
porque nada me importa,
sólo tu piel,
                  la piel de una tormenta.

Da vergüenza decirlo.


LUIS GARCÍA MONTERO
Completamente viernes
Tusquets Editores
(1998)







Com os olhos vendados,
para não poderes fixar o caminho,
tentei conduzir-te ao refúgio
onde guardei minha vida.
Envergonha dizê-lo,
mas os anos por vezes fazem uma casa
de meios sentimentos,
de verdades a meias,
de adormecidas paixões,
de cinzas, de sonhos humilhados.
E o corpo habitua-se,
as sombras encostam a cabeça
num peito de sombra,
e o coração sente-se em paz
ou dobra-se a uma derrota cómoda,
sem feridas mortais.

Envergonha dizê-lo.

Com os olhos vendados,
para não poderes fixar o caminho,
tentei conduzir-te
ao meu mundo sereno de verdades a meias.
Não consegui.

Esta noite insegura,
que move os relógios com a pressa
de teu pulso mais vivo,
abraça-me e repete:
não conseguiste.

Esta noite de vento,
que foi soltando amarras até ser tua
como um delírio de negra melena,
chama-me e reitera:
não conseguiste.

Esta noite de gente
passando na rua com teus olhos,
com teu modo de vestir,
teu sorriso de país distante,
esta noite me empurra e convence:
não conseguiste.

E aqui estou eu, soltando amarras até ser teu,
caminho para o mar de olhos fechados,
tal como um barco deixando o refúgio,
um barco feliz que se repete:
não consegui,
porque nada me importa,
só tua pele,
a pele da tormenta.

Envergonha dizê-lo.



(Trad. A.M.)

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