3.7.16

Antonio Colinas (Ribeiras do Órbigo)





RIBERAS DEL ÓRBIGO




Aquí, en estas riberas, donde atisbé la luz
por vez primera, dejo también el corazón.
No pasará otra onda rumorosa del río,
no quedará este chopo envuelto en fuego verde,
no cantará otra vez el pájaro en su rama,
sin que deje en el aire todo el amor que siento.
Aquí, en estas riberas que llevan hasta el llano
la nieve de las cumbres, planto sueños hermosos.
Aquí también las piedras relucen: piedras mínimas,
miniadas piedras verdes que corroe el arroyo.
Hojas o llamas, fuegos diminutos, resol,
crisol del soto oscuro cuando amanece lento.
Qué fresca placidez, que lenta luz suave
pasa entonces al ojo, que dulzura decanta
el oro de la tarde en el cuerpo cansado.
Hojas o llamas verdes por dónde va la brisa,
diminuto carmín, flor roja por el césped.
Y, entre tanta hermosura, rebosa el río, corre,
relumbra entre los troncos, abre su cuerpo al sol,
sus brazos cristalinos, sus gargantas sonoras.
Aquí, en estas riberas, donde atisbé la luz
por vez primera, miro arder todas las tardes
las copas de los álamos, el perfil de los montes,
cada piedra minúscula, enjoyada del río,
del dios río que llena de frutos nuestros pechos.
Aquí, en estas riberas, donde atisbé la luz
por vez primera, dejo también el corazón.


Antonio Colinas




Aqui, nestas ribeiras, onde vi a luz
a vez primeira, deixo também o coração.
Não passará outra onda do rio,
não restará este choupo envolto em fogo verde,
não cantará mais o pássaro em seu ramo,
sem que paire no ar o amor todo que eu sinto.
Aqui, nestas ribeiras que levam ao plaino
a neve dos cumes, planto eu belos sonhos.
Aqui também as pedras brilham, pedras mínimas,
jogas verdes que o ribeiro corrói.
Folhas, chamas, pequenas fogueiras, réstia,
crisol do escuro bosque amanhecendo devagar.
Que fresca serena, que lenta luz suave
nos entra pela vista, que doçura escorre
o oiro da tarde no corpo cansado.
Folhas, chamas verdes por onde se vai a brisa,
diminuto carmim, flor rubra pela relva.
E, em meio de tanta beleza, o rio transborda, corre,
reluz entre as pedras, abre seu corpo ao sol,
seus braços cristalinos, suas gargantas sonoras.
Aqui, nestas ribeiras, onde vi a luz
a vez primeira, vejo arder à tarde
as copas dos álamos, o perfil dos montes,
cada pedra miúda, adornada do rio,
do deus rio que nos cumula de frutos o peito.
Aqui, nestas ribeiras, onde vi a luz
a vez primeira, deixo também o coração.

(Trad. A.M.)

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