7.11.15

Mirta Rosenberg (Retrato terminado)





RETRATO TERMINADO

The art of losing isn’t hard to master.
Elizabeth Bishop


Es una manera de decir
quiero quedarme sin palabras,
perder sin comentarios.

Hasta cuándo voy a hablar
de lo que ya no está.

De la que ya no está
viéndome escribir de ella.
¡Y con esos ojos!

También yo de noche los abro
y miro el silencio
en la oscuridad
donde el retrato termina
sin que lo alcance a ver

y pienso
y pienso
y pienso

en temas como vos
que no parecen tener
vencimiento,

en tu deseo de llegar a casa:
con la llave preparada,
aferrada a la puerta del taxi,
te dejabas caer en tu puerta
casi con la voluntad incierta
de una hoja en otoño,

esa clase de vencimiento,

y esos ojos más bien dorados
de los que decías en las descripciones
ojos verdes. Para mirar
cada ocasión con buenos ojos
que no me miran más,
aunque los recuerde.

Y ahora
quiero quedarme
sin palabras. Saber perder
lo que se pierde.

O eso parece.

Parece que las dos
nos hemos quedado sin madre:
yo sin vos
vos sin ella,

y sucesivamente,
como eslabones perdidos
y encontrados por un rato
con los padres,

pero ésa es otra historia
que está mejor contada
en la foto de casamiento
para la que palabras
nunca tuve,

como si fuera anticipo
de mi propio vencimiento.

De los padres decías que el tuyo
tenía ojos verdes,
como vos, tu nieto Juan,
y nadie los tenía del todo
aunque merecían tenerlos:
tu manera
de embellecer el retrato
era tu manera de verlo.

De ella decías en cambio
desde su muerte no fui la misma,
y ésa sería tal vez tu manera
de no terminar el retrato.

La palabra no.

Lo mismo digo yo.

Aunque también se diría una ocasión
más bien vulgar: en general,
todos nos quedamos sin ella,
y esa ausencia de luz parece
descansar los ojos
sin vaciarlos. Los anima,

o los vuelve hacia la oscuridad,
que es donde el retrato termina.

Dijo mi padre de la suya:
nací con ella y ahora
voy a tener que morirme
solo. Y después
lo hizo.

Dijo mi maestro de la suya:
me pasé toda la vida para tener
la letra de mamá. Y después
la tuvo.

Era un dolor perfecto:
hablando de ella,
hablaban de sí mismos.

O eso parece.

Parece que perder
no es un arte difícil:
los muertos de verdad de uno
son víctimas amadas de los vivos.

De lo que cada uno dijo.

Mirta Rosenberg




Maneira de dizer,
quero ficar sem palavras,
perder sem mais comentários.

Até quando vou eu falar
daquilo que já não existe?

Daquela que já cá não está
a ver-me escrever sobre ela?
E com aqueles olhos!

Também eu de noite abro os meus
e observo o silêncio
no escuro
onde o retrato se acaba
sem eu conseguir vê-lo

e penso
penso
penso

em coisas como tu
que não parecem caducar,

no teu desejo de chegar a casa:
a chave preparada,
a mão na porta do táxi,
deixavas-te cair à porta de casa
assim com a incerta vontade
de uma folha de Outono,

esse tipo de caducidade,

e aqueles olhos mais dourados
do que verdes como dizias. Para olhar
a circunstância com bons olhos
que a mim não mais me olham,
embora os lembre.

E agora quero ficar
sem palavras. Saber perder
aquilo que se perde.

Ou assim parece.

Parece que ficámos
as duas sem mãe:
eu sem ti
tu sem ela,

e sucessivamente,
como elos perdidos
e achados por um pouco
com os pais,

mas essa é outra história
mais bem contada
na foto de casamento
para que jamais tive
palavras,

como antecipação que fosse
da minha própria caducidade.

Dos pais dizias que tinha
olhos verdes o teu,
como tu, ou teu neto Juan,
e não era verdade,
embora os merecessem:
teu modo
de embelezar o retrato
era só teu modo de o ver.

Dela dizias em troca
nunca mais fui a mesma depois que morreu,
e esse seria talvez o teu modo
de não terminar o retrato.

A palavra não.

O mesmo digo eu.

Mas também podia dizer-se noutra
altura: em geral,
todos ficamos sem ela,
e essa ausência de luz como que
descansa os olhos
sem os esvaziar. Anima-os,

ou volta-os para o escuro,
que é onde o retrato se acaba.

Meu pai dizia da sua:
nasci com ela e agora
vou ter de morrer
sozinho. E depois
assim foi.

Meu mestre da sua dizia:
andei toda a vida para ter
a letra da mãe. E por fim
a teve.
Era a mais perfeita das dores,
ao falar dela,
de si mesmos falavam.

Ou assim parecia.

Perder não é uma arte difícil,
os verdadeiros mortos de cada um
são vítimas amadas dos vivos.

Daquilo que disse cada um.


(Trad. A.M.)

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