20.12.14

Gina Saraceni (As casas morrem)





Las casas mueren cuando se vuelven árboles,
cuando una mancha vegetal las recubre
y convierte en jardines verticales.

De sus ventanas brotan raíces
que rozan el filo de las nubes.

La casa muere con el verano en la garganta.

Hubo luz, un tiempo, en esa casa.
Hubo vidrios limpios que acogían una
mano temerosa de que el viento los quebrara.
Hubo niños oliendo a pinos y olivares
y una puerta grande donde entraba
todo el pasado y su memoria.

Los muertos regresan a la casa,
hablan una lengua incomprensible y
levantan el polvo acumulado de los años.

Puede que aquí el tiempo se detenga
y sólo exista el instante en que la casa
se torna un paisaje fugitivo.

Todo se mueve en su cuerpo de piedra,
hasta la hoja más pequeña que se asoma
a la intemperie y se abandona.

No hay dónde agarrarse
para seguir de pie ante la casa;
para no caer delante de sus ruinas
y volverse una planta más que la recorre.

No se puede mirar tanto pasado
sin perder la lengua
en el hueco vertical de sus paredes.

No se puede mirar en ese quiebre
sin pensar que alguna vez
alguien fue feliz en esta casa,
alguien aferrado al canto de los grillos.

Gina Saraceni




As casas morrem quando se tornam árvores,
quando as cobre uma mancha vegetal
e as converte em jardins verticais.

Das janelas brotam raízes
que roçam o fio das nuvens.

A casa morre com o Verão na garganta.

Já houve luz, em tempos, nessa casa.
Vidros limpos acolhendo
uma mão receosa de que o vento os partisse.
Crianças cheirando a pinhais e olivais
e uma porta grande por onde entrava
o passado e a sua lembrança.

Os mortos regressam à casa,
falam uma língua imperceptível e
levantam o pó acumulado dos anos.

Pode ser que o tempo se detenha aqui
e não exista senão o instante em que a casa
se torna paisagem fugitiva.

Tudo se move em seu corpo de pedra,
até a folha mais pequena que assoma
na tormenta e se abandona.

Não há onde se agarrar
para ficar de pé frente à casa;
para não tombar ante as ruínas
e virar planta que a cubra.

Não se pode olhar tanto passado
sem perder a língua
no vão das paredes.

Não se pode olhar a ruína
sem pensar que um dia
alguém foi feliz nesta casa,
alguém agarrado ao canto dos grilos.

(Trad. A.M.)

.