6.12.13

Alejandro Céspedes (Em que lugar de mim)





En qué lugar de mí
se agazapaba el hombre
que me iba a mirar como a un extraño.

En dónde estaba él cuando la lluvia
caía mansamente sobre el lomo
brillante y resignado de las vacas,
y mis botas de goma perseguían
el trozo de la rama que era un barco
por el caudal de las cunetas.

En dónde cuando el cauce
que formaban las hojas
de los árboles
iba vertiendo ríos
que llenaban los huecos
de la risa.

Cuando orinaba en las cuevas
de los grillos, dónde.
Dónde cuando desnudo
volvía el rostro y las manos hacia el cielo
para sentir la lluvia
deshilachar mi túnica de barro.

En qué lugar de mí
se agazapaba un hombre
mientras en pie, la lluvia,
como una verja inútil,
transparente,
me protegía del mundo que había fuera.

Sólo al agua
le ha sido concedido el elevarse.
Abandonar la tierra.
Separarse del barro que endurece
y afirma las pisadas de los hombres.
Formar parte del cielo
y alejarse.
Huir sin dejar rastros,
sólo el agua,
alma sola, sin cuerpo,
revive sin cadáver.

Pero no tú,
no yo,
polvo con forma
amasado en el fango de los días.

Por eso estoy aquí,
en la otra parte,
fuera.
Miro los mismos ojos que tú ves,
extraños,
mientras en pie,
la lluvia,
como una verja alta,
transparente,
es aduana del tiempo,
es frontera que cierra
el paso hacia la infancia
y separa a aquel niño que me mira
de este largo cadáver que hoy se moja.


ALEJANDRO CÉSPEDES
Hay un ciego bailando en el andén
(1993)

[Hay un ciego bailando en el andén]



Em que lugar de mim
se agachava o homem
que me olharia como um estranho?

Onde estava ele quando a chuva
caía mansamente no lombo das vacas,
brilhante e resignado,
e as minhas botas perseguiam
o troço do ramo que era um barco
pelo caudal das valetas?

Onde, quando o leito
formado pelas folhas
das árvores
ia despejando rios
enchendo os buracos
do riso?

Quando urinava nas covas dos grilos, onde?
Onde, quando desnudo
virava a cara e as mãos para o céu
para sentir a chuva
desfiar minha túnica de lama?

Em que lugar de mim
se agachava um homem
enquanto a chuva,
qual cerca inútil,
transparente,
me protegia do mundo lá de fora?

Só à água foi dado erguer-se.
Deixar a terra.
Apartar-se da lama que endurece
e afirma as pegadas dos homens.
Fazer parte do céu
e afastar-se.
Fugir sem deixar rasto,
só a água,
alma apenas, sem corpo,
revive sem cadáver.

Mas não tu,
nem eu,
pó com forma
amassado no lodo dos dias.

Por isso estou aqui
do outro lado,
fora.
Olho os mesmos olhos que tu vês,
estranhos,
enquanto a chuva,
qual cerca alta,
transparente,
faz de aduana do tempo,
fronteira que fecha
a passagem para a infância,
separando esse menino que me olha
deste longo cadáver que hoje se molha.

(Trad. A.M.)

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