18.6.11

Evaristo Carriego (Essa vez em que surgiu a tua lembrança)





AQUELLA VEZ QUE VINO TU RECUERDO




La mesa estaba alegre como nunca.
Bebíamos el té: mamá reía
recordando, entre otros,
no sé qué antiguo chisme de familia;
una de nuestras primas comentaba
-recordando con gracia los modales,
de un testigo irritado- el incidente
que presenció en la calle;
los niños se empeñaban, chacoteando,
en continuar el juego interrumpido,
y los demás hablábamos de todas
las cosas de que se habla con cariño.

Estábamos así, contentos, cuando
alguno te nombró, y el doloroso
silencio que de pronto ahogó las risas,
con pesadez de plomo,
persistió largo rato. Lo recuerdo
como si fuera ahora: nos quedamos
mudos, fríos. Pasaban los minutos,
pasaban y seguíamos callados.

Nadie decía nada, pero todos
pensábamos lo mismo. Como siempre
que la conmueve una emoción penosa,
mamá disimulaba ingenuamente
queriendo aparecer tranquila. ¡Pobre!

¡Bien que la conocemos!... Las muchachas
fingían ocuparse del vestido
que una de ellas llevaba:
los niños, asombrados de un silencio
tan extraño, salían de la pieza.
Y los demás seguíamos callados
sin mirarnos siquiera.



Evaristo Carriego






A mesa estava alegre como nunca.
Tomávamos o chá, a mãe ria
lembrando, entre outras,
não sei que velha história de família;
uma das primas comentava
– lembrando com graça as maneiras,
de uma testemunha irritada – o incidente
que presenciara na rua;
as crianças empenhavam-se, chacoteando,
em continuar a brincadeira interrompida,
e nós falávamos de todas
as coisas de que se fala com carinho.

Estávamos assim, todos contentes, quando
alguém te nomeou, e o doloroso
silêncio que de súbito afogou os risos,
pesado como chumbo,
persistiu por um bocado. Recordo-o
como se fosse agora, ficámos
mudos e frios. Os minutos passavam,
passavam, e nós continuávamos calados.

Ninguém dizia nada, mas todos
pensávamos o mesmo. Como sempre
que uma emoção penosa a comove,
a mãe dissimulava ingenuamente
pretendendo parecer tranquila. Coitada!

Bem que a conhecemos!... As raparigas
fingiam ocupar-se do vestido que uma delas usava;
os rapazes, assombrados com tão estranho
silêncio, abandonavam a sala.
E nós continuávamos calados,
sem sequer nos olharmos.


(Trad. A.M.)

.