13.10.09

Héctor Rojas Herazo (Inventário em contraluz)








INVENTARIO A CONTRALUZ






Te hago el relato de estas cosas ahora,
cuando todos han muerto.
Cuando ya solamente la memoria
es río, cosecha, solitaria espuma de patios,
trinos que se deshacen en el calor
mientras dulces mujeres
parlan bajo las hojas, en la tarde,
frente a tiestos de orégano.
Ahora todo es lejano
pues ha ido cayendo blandamente de nosotros
como un poco de arena de una mano.
Ahora tal vez escuchas, tal vez sueñas.
Tal vez inventas ese duro monte
que sacude en la yerba su relincho.
O sigues, por un filo de luna,
el olor que te conduce a los viejos baúles,
a la alacena, al retrato del tío,
el de mostachos de gitano y ojos de ángel,
el que parpadea con secreta delicia
cuando tú, dulce hermana y madre mía,
ponías la lámpara
frente a las frutas y los platos de arroz,
el que murió un domingo ¿recuerdas?
Te hablo de la memoria,
de las alcobas, los muebles y los cuchicheos en la memoria.
De la forma en que el viento
restregaba los arcos del comedor
y hacía gemir los corpiños y los pañuelos en el alambre,
de cuando el mar, disfrazado de viento, cuando el humo.
Te hablo del mundo, del tiempo en este mundo.
De días que ardieron como finas monedas
(rostros nítidos, con luz, con luz furiosa y viva,
vestidos que cubrieron amados cuerpos, que nos cubrieron,
semanas olorosas a toronjil)
te hablo de entonces.



HÉCTOR ROJAS HERAZO
Las úlceras de Adán
(1995)






Faço-te o relato destas coisas agora,
quando todos estão mortos.
Quando já somente a memória
é rio, colheita, solitária espuma de pátios,
trinados que se desfazem ao calor
enquanto doces mulheres
falam debaixo das folhas, pela tarde,
diante de tachos de orégão.
Agora tudo é longínquo
pois foi caindo de nós brandamente
como um pouco de areia da mão.
Agora escutas talvez, quiçá sonhas.
Inventas talvez esse duro monte
sacudindo na erva seu relincho.
Ou segues, por um fio de lua,
o odor que te conduz aos velhos baús,
ao armário, ao retrato do tio,
o dos bigodes de cigano e olhos de anjo,
o que pestaneja com secreta delícia
quando tu, doce irmã e minha mãe,
punhas a lâmpada
frente às frutas e aos pratos de arroz,
o que morreu num domingo, lembras-te?
Falo-te da memória,
os quartos, os móveis e os cochichos na memória.
Do modo como o vento
roçava os arcos da sala
e fazia gemer os corpetes e os lenços no arame,
de quando o mar, disfarçado de vento, quando o fumo.
Falo-te do mundo, do tempo neste mundo.
De dias que arderam como finas moedas
(rostos nítidos, com luz, com luz furiosa e viva,
vestidos que cobriram amados corpos, que nos cobriram,
semanas cheirosas a erva-cidreira)
falo-te de então.


(Trad. A.M.)


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